Las afecciones pueden estar localizadas en una habitación o zona particular, o pueden estar extendidas por todo el edificio.
Los síntomas del Síndrome del Edificio Enfermo pueden incluir:
– Irritaciones de ojos, nariz y garganta.
– Sensación de sequedad en membranas mucosas y piel.
– Ronquera.
– Respiración dificultosa.
– Eritemas (Erupciones cutáneas).
– Comezón.
– Hipersensibilidades inespecíficas.
– Náuseas, mareos y vértigos.
– Dolor de cabeza.
– Fatiga mental.
– Elevada incidencia de infecciones respiratorias y resfriados.
Algunos factores relacionados con la construcción, como la alta temperatura del edificio, la mala ventilación, la alta humedad y las ventanas selladas, junto con la introducción de pinturas, revestimientos y muebles convencionales, pueden contribuir al Síndrome del Edificio Enfermo.
Causas del Síndrome del Edificio Enfermo
1. Ventilación inadecuada.
El último estándar que la ASHRAE ha publicado, el nº 62 de 1989, establece, independientemente de si está o no permitido fumar, un mínimo de 25,5 m3/h/ocupante para espacios interiores ocupados y recomienda incrementar este valor cuando el aire que entra en un local no se mezcla adecuadamente en la zona respiratoria o si existen focos de contaminación inusuales.
La calidad del aire interior puede definirse como el grado en el que se satisfacen las exigencias del ser humano. Básicamente, los ocupantes de un espacio exigen dos cosas al aire que respiran: percibir el aire fresco, en lugar de viciado, cargado o irritante; y saber que el riesgo para la salud que pudiera derivarse de la respiración de ese aire es despreciable.
La conclusión es que los métodos tradicionales utilizados en higiene industrial son insuficientes para definir el grado de calidad del aire que será percibido por los seres humanos. La alternativa al análisis químico es la medición para cuantificar la contaminación del aire.
El ser humano percibe el aire mediante dos sentidos: el del olfato, que está situado en la cavidad nasal, y que es sensible a centenares de miles de sustancias odoríferas, y el sentido químico, situado en las mucosas de la nariz y de los ojos, y que es sensible a un número similar de sustancias irritantes presentes en el aire. Es la respuesta conjunta de estos dos sentidos la que determina cómo será percibido el aire y la que permite emitir un juicio sobre su aceptabilidad.
Ahora, algunos espacios, dependiendo del uso, requieren aún más aire fresco. Los espacios ocupados densamente, como los gimnasios o los tipos de alto uso de contaminantes, como laboratorios o salas de fumadores (¿dónde los ve actualmente?) requieren tasas de ventilación de hasta 60 cfm por ocupante.
2. Carga de contaminación química interior.
¿Alguna vez has considerado que cada pintura, adhesivo, alfombra, tapicería, producto de madera manufacturada, fotocopiadora, pesticida y agente de limpieza traen un conjunto completo (insano) de sustancias químicas a nuestros espacios? Nosotros los respiramos todos los días.
Las toxinas emitidas por estos productos (a menos que estén certificadas como de baja emisión por un programa de certificación de terceros) incluyen compuestos orgánicos volátiles, incluido el formaldehído, y el riesgo implícito de padecer cáncer.
Fumar contribuye a altos niveles de compuestos orgánicos volátiles, otros compuestos tóxicos y material particulado respirable. Los Compuestos Orgánicos Volátiles pueden causar efectos crónicos y agudos en la salud a altas concentraciones, y algunos son cancerígenos conocidos. Los niveles bajos a moderados de Compuestos Orgánicos Volátiles múltiples también pueden producir reacciones agudas.
Los productos de combustión tales como monóxido de carbono, dióxido de nitrógeno, así como partículas respirables, pueden provenir de calentadores espaciales de queroseno y gas sin ventilación, estufas de leña, chimeneas y estufas de gas. Nos estamos exponiendo a estas toxinas todos los días.
3. Contaminantes químicos al aire libre.
Pensad en un grupo de fumadores de pie junto a la entrada de aire exterior, aspirando el humo del tabaco directamente del sistema de «aire fresco» del edificio. Pensad en el servicio de «McAuto» en McDonald’s, y tendréis un ejemplo perfecto de vehículos en marcha y personas dentro de la ventana respirando contaminantes químicos directamente.
El aire exterior que ingresa en un edificio puede ser una fuente de contaminación del aire interior. Otros ejemplos incluyen respiraderos de fontanería y escapes de edificios y pueden ingresar al edificio a través de rejillas de ventilación de entrada de aire mal ubicadas, ventanas y otras aberturas. Además, los productos de combustión pueden ingresar a un edificio desde un garaje cercano.
4. Toxinas biológicas naturales.
Las bacterias, los mohos, el polen y los virus son tipos de contaminantes biológicos. Estos contaminantes pueden reproducirse en aguas estancadas que se han acumulado en conductos, humidificadores, o donde el agua se ha acumulado en las tejas del techo, en las alfombras o en el aislamiento. A veces los insectos o los excrementos de pájaros pueden ser una fuente de contaminación biológicos.
Los síntomas físicos relacionados con la contaminación biológica incluyen:
– Tos
– Opresión en el pecho
– Fiebre
– Escalofríos
– Dolores musculares
– Reacciones alérgicas, como irritación de las membranas mucosas y congestión de las vías respiratorias superiores.
Una bacteria de interior, Legionela, ha causado tanto la enfermedad del legionario como la fiebre de Pontiac.
Estos elementos pueden actuar en combinación y pueden complementar otras afecciones, como temperatura, humedad o iluminación inadecuadas.
Ahora que sabes toda esta información, ¿necesita tu edificio o lugar de trabajo ser revisado por un geobiólogo? Piensa en la salud de sus oucpantes, y en la tuya propia, a la hora de responder esta pregunta.